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Honro y bendigo totalmente a esas mujeres

Mayra Gabriel


Hablar del tema de la adopción, hoy en día, ya no es tabú. Ya es algo que se habla abiertamente y que no se guarda como un secreto de familia. Hace muchos años, todo era “de eso no se habla”, y posiblemente por eso, muchos niños y adultos crecieron y murieron sin saber que eran adoptados.


Hoy quiero escribir sobre ello y de mi experiencia personal, al haber tenido, como mamá soltera, cinco embarazos con seis pérdidas, incluyendo a mi hijo Giancarlo, quien fue mi segundo embarazo, y que murió por muerte cerebral al año once meses de nacido, por un golpe en la cabeza luego de caerse de una silla. Tanto el primero como el tercero, cuarto, quinto y sexto embarazo, no llegaron a feliz término. En los últimos dos, me hice la prueba de cariotipo, que examina el tamaño, la forma y el número de los cromosomas. Con la última pérdida, yo ya con 40 años, mi ginecólogo me dijo: si querés ser mamá, será por adopción, no te recomiendo un embarazo más.

Cambiar el sentimiento de ser mamá biológica a ser mamá de corazón o adoptiva, al principio, no es nada fácil. La información que se tiene no es algo del día a día que se habla, y, por lo tanto, la decisión no es tan fácil de tomar. Hoy, por supuesto, ese sentimiento es muy diferente, mi sentir es muy claro y motivador para padres que no pueden ser papás biológicos, como yo lo fui. Al menos para mí, en el año 1997, luego de saber que ya no podía ser mamá biológica, el tiempo que me tomé para decir: ya estoy lista para adoptar un bebé, fue de unas buenas semanas. Hay tantos sentimientos encontrados que van y vienen, al final no es nada fácil dejar a un lado esos mensajes cerrados y ridículos, posiblemente por falta de buscar e informarse, que han venido de generación en generación sobre “la adopción de un hijo”. En mi caso, pues yo no tenía que consultarlo con nadie ni mucho menos que fuera una decisión de dos. Eso me ayudó bastante a sentir realmente qué quería yo. Lloraba, porque había sido muy feliz como mamá, y no podía creer que Dios me dejara con esa corta experiencia que había vivido, sin tener mi vida futura como mamá biológica, de corazón o de crianza, sin poderlo vivir, al final, es totalmente igual de bello.

Gracias a ese montón de mujeres que saben que no pueden darle la crianza adecuada, con el amor que se necesita darle a un hijo, y que, en vez de abortar, eligen seguir su embarazo hasta el final de los meses que corresponde y dar a su bebé en adopción. Muchas mujeres, como yo, que no pudimos ser mamás biológicas, podemos ser mamás de corazón, gracias a esas mujeres. Honro y bendigo totalmente a las mujeres que, por esa acertada decisión, de no abortar y saber que la vida del ser humano que llevan y cuidan en su vientre, la están deseando con amor otras mujeres y otras familias que no pueden ser papás biológicos.

Hace unos días, vi una película en Netflix que se llama “Aquí me encuentro”. La historia de tres niñas adoptadas en China, que sus papás biológicos habían tenido que abandonar, en cajas de cartón, al nacer, en algún lugar muy transitado para que las encontraran rápido y no murieran. Entre 1979 y 2015, China impuso la ley de un solo hijo para controlar el aumento de la población. Según los cálculos, más de 150,000 bebés chinos fueron dados en adopción, casi todas niñas que fueron abandonadas las adoptaron en el extranjero. Es increíble cómo el amor de tantas mujeres que cuidaron y protegieron a esos bebés abandonados en esa época, fue quien les orientó con los años a darles más información sobre su niñez.

Cuando se toma la decisión de ser mamá adoptiva, el sentimiento de emoción, de amor, de ilusión, entra al corazón con esa llamada de que hay un bebé de nueve días, listo para dar en adopción. Mi embarazo duró apenas unas pocas horas para que pudiera tener en mis brazos a Santiago. Desde esa primera llamada, ya mi corazón empezó a latir a toda velocidad. En el momento de conocerlo, estaba dormidito con una gran paz que yo simplemente lloraba de tanta felicidad que me envolvía. Son sentimientos de felicidad que no se pueden comparar con nada. Un hijo de corazón es un hijo deseado al 100% y no colado ni mucho menos no deseado. La bendición de ser mamá adoptiva es grandiosa. No hay diferencia alguna en el amor que se siente. Son almitas que lo eligen a uno como papás y que el Universo confabula para que todo salga como debe salir. No es el cuerpo el que ama, si no el alma de un ser espiritual.-

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