He estado preguntándoles a amigos y primas de edad cercana a la mía, si cuando éramos chiquitos o de la juventud madura, alguna vez, nos habíamos cuestionado ¿cómo sería nuestra vida a la edad que tenemos ahora? ¿A qué me refiero con esto?, al menos en mi caso, yo tenía sueños académicos, de trabajo, de crecimiento personal, de amor, etc., pero como que eran a no muy largo plazo y me imaginaba cosas de mi vida a cinco o diez años como máximo. Nunca a 40 o 50 años más de la edad que tenía a los 20 o 30 años, donde todo es color de rosa y hay mucha energía con ilusiones por realizar.
Viajar, conocer personas y costumbres de otros países siempre ha sido parte de mi vida. De hecho, en el anuario del colegio del año en que me gradué de bachiller, en 1974, me pusieron: “Le gusta viajar sola, pero no la deja papito; se hace queso por los extranjeros. Habla muy natural; al chile y tranquila. Su afición es que salga a la venta un disco de Raphael y sin oírlo lo tenga que ir a comprar. Tiene aptitudes para líder y es una futura Administradora de Empresas”. Y puedo decir que, a la fecha, sigo igual y todo lo cumplí.
Pensaría que mi vida transcurrió con altas y bajas normales, y con muchas experiencias fuera de lo normal, y sí, cumpliendo con todas mis metas trazadas. Realizada, diría yo, y siempre con sueños futuros por cumplir. Creo que nunca nadie me sugirió a mí, y tampoco se me ocurrió, cuestionarme o imaginarme cómo sería mi vida sin mis papás, sin mi hermano mayor, sin mis padrinos, jubilada profesionalmente de forma inesperada, como madre soltera, con seis pérdidas de hijos, con un grandioso hijo de casi 24 años, haciendo algo que nunca me imaginé que sería capaz, como estar compartiendo mi testimonio de vida y sabiendo que hoy estoy en primera fila en mi familia, porque ya no hay nadie vivo mayor que yo. ¿Alguna vez usted se ha cuestionado eso?
Hoy, que me veo en mi realidad actual, puedo decirle: duele y duele mucho. Todas esas experiencias inesperadas, pero con prueba superada; o familia y amigos cercanos que ya no están físicamente. El cuerpo que ya no responde con la misma movilidad. Quisiera inspirar que a nuestros hijos o personas que estén de 50 años para abajo, se hagan esta pregunta: ¿cómo me sentiré a los 65 años?, ¿siento a mis papás, a mis hermanos, sobrinos con amor cerca de mí? ¿Mis hijos están cerca de mí o hubo problemas familiares y se fueron del lado de la mamá, o del papá? ¿Mis hijos casados me visitan o me invitan para compartir con su familia, y especialmente con la ilusión de estar con los nietos?, ¿a cuantas mascotas he dejado ir para que descansen en paz?, ¿siento que no sirvo para nada ya a esta edad y me siento perdido?, ¿valió la pena lo que he vivido amándome a mí mismo o viví mi vida en función de alguien más?, ¿sigo teniendo curiosidad por la vida y hago lo que me gusta, o vivo frustrado?; tantas preguntas por hacerse y seguir buscando el éxito y la alegría.
Cada vez que termino un libro, le escribo la fecha de inicio y final con una calificación para saber si lo sugiero o no, también señalo frases o mensajes importantes para poder compartir en mis pláticas de la vida. Mi Biblia también la tengo con muchas anotaciones de lápiz. Las frases que se me han venido ocurriendo en el caminar de esta aventura, las anoto y las comparto. Creo que mis preferidas hasta el momento son: “mi nombre es mi marca”, “el que entiende cómo hacer las cosas, las sabe hacer, el que no, simplemente las hace”, y “más vale que digan, de lo que me perdí, a de lo que me salvé”. ¿Qué quiere decir esta última?, cuando terminé una relación amorosa muy linda, hace muchos años, me propuse estar bien, cuidarme y tener bien claro que cualquier comentario que alguien hiciera, sobre mí, fuera de impresiones buenas y no de parranda, de descuido, etc., y eso es lo quiere decir. Con el tiempo, aprendí también que no es a la persona o algún lugar lo que se extraña, sino todo lo que se vivió con un sentimiento verdadero y de corazón puro y honesto, con esa persona o en ese lugar.
Así que a reflexionar un poco de cómo podría ser su vida futura sin afanarse, por supuesto, y entendiendo que, mientras hay vida, es porque hay mucho por aprender, por curiosear, por vivir, por disfrutar y, sobre todo, por aceptar que el día que nos toque despegar por siempre, es porque esa fecha estaba prevista, como la llegada del tren suizo, con un día y hora exacta para recibirnos. -
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