Hace unas semanas, mi hijo de nueve años y yo volamos en Continental a Denver. Al salir del avión, Santiago se dio cuenta de que habÃa dejado su billetera en el asiento, con unas notitas y dos dólares.
En ese momento, no podÃamos hacer nada más que esperar que apareciera. Disfrutamos de nuestras vacaciones y de regreso, en el aeropuerto de Denver, le dije: vamos a la oficina de cosas perdidas de Continental, a ver si está tu billetera. Cuál fue nuestra alegrÃa, al ver que la encargada se la estaba devolviendo a Santiago con las notitas y sus dos dólares. Gracias a la lÃnea aérea Continental por esa visión de honradez que tienen en su empresa.
Por el contrario, en mi Guatemala, hace unos dÃas, almorcé en Gourmet zona 13 y, por despiste mÃo, lo reconozco, dejé mis celulares, que encima de todo eran dos, en el baño. Por supuesto, cuando me di cuenta y regresé a buscarlos, se habÃan convertido en aire.
La mujer que se los llevó, porque era el baño de mujeres, definitivamente no actuó como lo hubiera hecho yo, o alguien decente y honrado. No se le ocurrió marcar el último número discado e identificarse o dejar encendidos los celulares para esperar que la dueña olvidadiza llamara y se pudieran devolver los aparatos.
Ah no, su actitud de poca moral, la posible alegrÃa de encontrar y quedarse con los dos aparatos, me demostró que en su espÃritu y corazón no ha de tener claro el temor de saber y creer que existe un Ser Supremo Omnipresente, que todo lo ve en silencio, no le hizo reflexionar en su decisión y se quedó con mis teléfonos.
Bien dicen que los que se llevan lo ajeno, simplemente no han aprendido a ser honrados y tener responsabilidad moral. Como bien nos inspira el profeta Ezequiel, hay que darles vida y esperanza a esos huesos secos, y bendecir a quienes les hace falta aprender a hacer el bien, para lograr tener un corazón y espÃritu nuevo.