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Foto del escritorMayra Gabriel

Hoy, pretendo compartirle algo sobre mí

Cuando la vida le da a uno oportunidades y experiencias de aprendizaje que, para algunos podrían ser solo sufrimiento, con el correr del tiempo, si se han aprovechado esos momentos de penumbra, el destino empieza a responder.

Ayer leía un mensaje muy claro que decía: “Los pensamientos crean palabras, las palabras crean acciones, las acciones crean hábitos y los hábitos son nuestro destino”. ¡Qué sentido y verdad tiene esto! Me identifiqué mucho con varias etapas de mi vida, y hoy pretendo compartirle algo sobre mí.


Copyright: Suzanne D. Williams para Unsplash


En mi adolescencia y previo a la adultez, tenía mis objetivos trazados, mi vida caminaba muy fácil, con uno que otro tropiezo pero, en general, todo bien. Podría decir que era estudiante, trabajaba, viajaba, vivía, compartía con mi familia y estaba en un mundo con muchos “amigos” a mi alrededor. Realmente las oportunidades y experiencias que viví, aún no eran parte de mis pensamientos, mucho menos creía que alguien como yo fuera a pasar por lo que pronto leerá.

Siento que siempre he estado muy cerca de Dios, pero nunca me había relacionado con Él hasta el 2003, para ser más específica, cuando comencé a tomar más conciencia de lo importante que es obedecerle y estar en una constante transformación para servirle. Poco a poco fui identificando lo importante que es darse por vencida y entregarse al Señor para un cambio interno, y exponer mi vida a una transformación donde pueda buscar mis propias respuestas en mi interior. Una transformación de mis pensamientos, que me movió a tomar algunas decisiones de cambio.

Podría decir que tuve un crecimiento espiritual mucho más marcado, y no hablo de religión, mucho menos de formalismos religiosos, cuando mi hijo Giancarlo murió, en 1993, por una caída de una silla, donde fue diagnosticado con muerte cerebral a las horas. Una muy difícil vivencia que me permitió, por estar en Estados Unidos, donar sus órganos para que otras personas pudieran tener esperanza de más oportunidad de vida y ser felices por esa extensión que el destino les daba.

Fue una decisión personal muy acertada, ofrecí un regalo de vida con generosidad a mi prójimo. Hubo momentos en los que me preguntaba: “¿Si mi hijo ya no va a vivir, por qué quitarle una oportunidad de vida a alguien más?”. Para su información, una persona con muerte cerebral puede donar, desde su cuerpo, un total de hasta catorce órganos y tejidos diferentes.

Cuando se vive una experiencia como ésta, en la que antes como después hay momentos duros, difíciles y fuertes, es donde se comprueba que, después de tener varias sacudidas a lo largo de seis años, es necesario tomar conciencia de que todo lo que acontece, tiene una razón de ser. Empieza lo interesante, pues nos sentimos señalados y privilegiados por un Ser Supremo. Por lo menos eso siento yo ahora, y me encanta reconocerlo.

Todo lo anterior que he vivido, ha sido como una especie de entrenamiento que, en cierta forma, entiendo que Dios desea usarme en algo o para algo. Hoy, ya estoy convencida de que así es. Comienzo, entonces, a aprovechar lo que la vida me da, y trato de encontrar mi razón de ser en este mundo terrenal.

Gracias a las experiencias vividas directa e indirectamente en mi cuerpo físico, con personas a mi alrededor, entendí y estoy convencida totalmente de que no hay crecimiento sin sufrimiento. Que todo lo que pasa es para algo, y que Dios tiene un control y plan perfecto para cada uno de nosotros, sus hijos.


Un día, alguien me escribió esto que hoy le comparto, y que me ha servido muchísimo en mis momentos de aceptar la vida como me estaba viniendo. “El universo está en perfecta conspiración para que todo le salga bien a uno, todo es cuestión de creerlo”.

Y hoy, mi vida así funciona. Creo, no cuestiono y camino segura. Cuando Dios habla, se requiere oír y obedecer; estar atento a su voz, para escuchar sus indicaciones. Buscar esa relación íntima con Él, y reconocer la necesidad de transformar nuestro corazón y pensamientos. Estar atento a aquellas señales que dan rumbo a las mejores decisiones. Disponer de ese tiempo a solas con Él y disfrutarlo, para sentirlo y oírlo; conocerlo mejor y obedecerle.

Por la partida de Giancarlo, en 1993, en el año 2004 empecé la creación de Fundación Donaré, junto a otra mamá que también perdió a su hija por muerte cerebral. Esta fundación tenía como objetivo principal crear y divulgar la cultura de donación de órganos y tejidos en Guatemala.

Dar vida después de mi vida es el slogan que Fundación Donaré usa para transmitir la convicción, pensamiento y decisión que todos debemos desarrollar al respecto. Un esfuerzo en conjunto que me ha dado muchas satisfacciones, y que se ven reflejadas en los resultados.

En el año 2006, logramos equipar la Unidad de Trasplante de Nefrología, gracias al apoyo de Cervecería Centroamericana, lo cual hace posible realizar dos trasplantes simultáneos. Luego, en el año 2008, el equipamiento del laboratorio de histocompatibilidad, que lleva el nombre de mi hijo que ya trascendió Giancarlo Gabriel, siempre en el Hospital San Juan de Dios. En el 2009 empezamos con el Proyecto Dar (Donemos, Apoyemos, Reciclemos), el cual consiste en crear el amor y respeto por el planeta Tierra, reciclando materiales tales como vidrio, papel y botellas de plástico. Donaré es una fundación que creció y, años después, los guatemaltecos hablan, sienten y expresan más su deseo de estar dispuestos a donar sus órganos.

En el 2010, sentí que debía tomar algunas decisiones fuertes para poder seguir en otros caminos, y siempre dar lo mejor de mí. Estoy consciente que al cerrarse una puerta, otra más grande y ancha se abre. Estoy convencida que mi vida necesita renovarse, y por ello tomé la decisión de que mi participación directa en Fundación Donaré llegara a su fin. Fue difícil tomar la decisión de renunciar, especialmente por los proyectos y sueños que existen. Pero sé que por esa entrega a algo que empezó como producto de un dolor para ayudar a los demás, hoy requiere mi despedida.

Estoy convencida de que cuando uno empieza algo con amor y deja un legado de buenas obras, muchos sueños se convierten en realidad, se recorre un camino con responsabilidad y entusiasmo, debe permanecer con quienes se quedan y con los nuevos que llegan. Por lo menos ese es mi deseo para Fundación Donaré y sus sueños.

Mi vida en Fundación Donaré termina con mucha satisfacción y agradecimiento por todo lo vivido, aprendido y, sobre todo, lo sentido. Agradezco a cada uno de los que conformamos esta fundación, a los médicos que de una u otra forma nos asesoraron y apoyaron, a los medios de comunicación que valoraron nuestro objetivo y dijeron presente y a los guatemaltecos que poco a poco fueron abriendo su mente y corazón para tener el deseo de ser donadores de órganos. Hoy me despido, satisfecha y con ilusión, a la espera de esta nueva transformación que viene para mí y mis sueños.




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